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Cuando le conté lo que él había hecho en la cena. Me miraba con una cara completamente desencajada. Simplemente no podía creerlo; Mas hubo de hacerlo, cuando ayer miércoles a las siete de la mañana, llegaron a nuestra casa un grupo de personas, policías y diplomáticos Incluyendo a su jefe actual. No venían a tomar desayuno con nosotros, claramente. Lo que ellos querían era lo mismo que buscaba West, respuestas sobre su inverosímil arranque de locura la noche anterior.
Yo no suelo meterme con los burócratas ni políticos que rodean a Ludwig; Pero ese día me quedé. Sentí que debía protegerlo.
—Disculpe, Señor Prusia…— me habló uno de los hombres que habían llegado.
—Asombroso señor Prusia, muchacho—corregí orgulloso.
—Tendremos que pedirle que se retire por unos instantes; este es un asunto muy delic
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